TOMÁS GONZÁLEZ-MARTÍN / MADRID
Nació en una familia humilde y desde niño quiso llegar a lo
más alto trabajando. Una operación de corazón pudo cortar su proyección. Hoy
cumple 30 años
Cristiano Ronaldo, historia de una superación
EFE
Cristiano quiso sacar a su madre de la pobreza entrenándose
siempre al máximo para llegar a la cúspide
Hoy cumple 30 años uno de los mejores futbolistas de la
historia. Un hombre hecho a sí mismo. Un futbolista nacido de la pobreza, en
una isla perdida para medio mundo, Madeira. Desde allí quiso triunfar en la
vida. En el «futebol». Sacar a su madre de la pobreza. Tuvo que trasladarse a
Lisboa para darse a conocer. Si no hubiera salido de Funchal, no habría llegado
a nada, porque nadie le habría visto jugar a los catorce años con esa garra,
esa valentía, esa ambición.
Detrás del foco de la estrella se esconde un trabajo
imparable de quince años, desde los catorce, para llegar a ser el mejor
futbolista del mundo. Tras las bambalinas de las dos Champions, de los tres
Balones de Oro, de las Botas del mismo metal y de los Pichichis hay un hombre
que se dedicó desde niño, en su barrio de Funchal, a intentar ser el mejor
futbolista de Portugal.
Cuando tenía doce años ya quería ser Figo. Llegó a jugar con
él esa Eurocopa del 2004 que su selección dejó escapar en su país. Inolvidables
las lágrimas del joven Ronaldo, con 19 años, al perder la final en Lisboa
frente a Grecia. En casa siempre escuchó hablar de Eusebio, Torres, Coluna.
Quería ser uno de ellos. Y lo es. Incluso los ha superado. Es el mejor
futbolista del mundo. Es la historia de una superación constante.
«Quiere ser el mejor jugador de todos los tiempos», afirma
su apoderado, Jorge Mendes. «Para mí es el mejor futbolista de la historia.
Nadie dedica las veinticuatro horas de cada día de su vida a prepararse para
ser el número uno», dice el representante que se hizo con sus derechos cuando
solo tenía 16 años. Le vio jugar y supo que ahí existía un diamante.
«Su secreto es que siendo el mejor del mundo podría rebajar
esa presión en su trabajo y nunca lo hace. Se entrena tanto o más que nadie. Lo
tiene todo y eso no le hace relajarse. Sigue trabajando como si no hubiera
obtenido nada. Eso le hace único», indica el hombre que siempre está en
contacto con él junto a Manuela Brandao, Santos y otros ayudantes.
Ancelotti desvela un secreto que Mendes vio hace muchos
años. «El secreto de Cristiano es que compite consigo mismo, se reta». Un
compañero del plantel define perfectamente ese ansia de ser el número uno. «Él
mismo es su mayor enemigo porque se insulta y se critica cuando falla, como si
tuviera dos personalidades en una». Es su autoengaño para querer ser el mejor
cada día. No puede parar. El día que se aburguese, se acabó. «Pero nunca se
aburguesará, jugará así hasta que las piernas le digan basta», señala otro
futbolista.
«Se retirará a los 38 años, ya verá, solo piensa en fútbol»,
dice otro jugador del equipo, corroborando el pronóstico de Mendes. Su clave es
que hoy trabaja como cuando era un chaval. Expliquemos cómo forjó esta dura
andadura hasta la gloria.
A los quince años, Cristiano vivió un momento trágico,
decisivo para el futuro de su vida. Y de su carrera. Ya pertenecía al Sporting
de Lisboa, que en realidad se denomina Sporting Clube de Portugal. Había
realizado una prueba y le habían fichado, claro. Su valentía, su velocidad, su
carácter y su agresividad en ataque fueron virtudes admiradas por los ojeadores
del equipo de la capital. Todo se podía acabar cuando se le detectó un problema
de corazón que pudo retirarle del fútbol. El Sporting informó a su madre,
Dolores dos Santos, de su dolencia cardíaca. Necesitaban su permiso para
operarle y ver si el problema tenía solución o había que colgar las botas a los
16 añitos.
Doña Dolores, la persona que ha estado siempre a su lado
hasta llegar a ser el número uno, dio permiso para la intervención quirúrgica.
Se le operó con láser. Todo salió bien. Ya no había lesión. Podía continuar su
sueño de ser futbolista. Pocos días después exigía entrenarse de nuevo. Volvía
a empezar, con mayor ilusión.
Jorge Mendes comenzó entonces a ser su apoderado. Y
Cristiano debutó en la Primera división portuguesa, con el Sporting, a los 17
años. Había nacido una estrella. En su segundo partido ya marcó dos goles. Toda
Portugal sintió que tenían otro ídolo de futuro. «Pero de estrella no tenía
nada», asegura Mendes. «Sabía que tenía que trabajar mucho para triunfar».
Luis Figo, su ídolo de la niñez, le definió perfectamente.
Le vio ejercitarse en el Sporting de Lisboa y tuvo claro su porvenir. «Ese
chico será un grande». No lo decía por su calidad como delantero. Lo calibró al
verle entrenarse por las tardes, en solitario, en el gimnasio. Después de las
sesiones con toda la plantilla, este chaval de 16 años, fibroso, enjuto,
delgado, todo nervio, seguía preparándose con pesas y con ejercicios para
mejorar sus músculos, su velocidad y su disparo de faltas.
«Ese es su secreto, hoy sigue trabajando igual», indica
Coentrao, su amigo, el hombre con el que va y viene en coche a los
entrenamientos del Real Madrid. Pepe, su otro amigo portugués, le emula en ese
trabajo stajanovista. «Cristiano es el mejor del mundo, solo piensa en
entrenarse para serlo».
Hoy continúa haciendo lo mismo que cuando tenía esos 16 años
que marcaron su futuro. Con aquella edad, jugando en el Sporting, vino a verle
Gerrard Houllier, en nombre del Liverpool. «No le fichó porque le observó muy
joven», dicen sus allegados. «Gran error», añaden. «Llegó Alex Ferguson y a él
no se le escapó», comentan con picardía sus amigos. Fichó por el Manchester
United y pasó de ganar 1.500 euros a 150.000 en un día. Pero no se le subió el
dinero a la cabeza. Al revés. No pensaba en el dinero. Sí pensaba en solucionar
su vida para su madre, Dolores, que había sufrido tanto. Quería ser el mejor
para olvidar todas las penalidades de su vida.
Hay que hablar claro. Su papá, Dennis Aveiro, era
alcohólico. Fue siempre un capítulo duro en la vida de Ronaldo. Una tristeza
que alcanzó su punto más trágico el 7 de septiembre de 2005, cuando su padre
murió por una crisis renal a causa del alcohol. Cristiano estaba concentrado
con Portugal y se reunió con su seleccionador para decirle que deseaba jugar el
partido frente a Rusia, valedero para la clasificación del Mundial de Alemania
2006. Posteriormente, Álex Ferguson, su entrenador en el Manchester United, sí
le permitió volar a Funchal para acudir al entierro y se perdió nada menos que
el derbi contra el City.
La vida ha sido ruda para Cristiano, nacido en una familia
humilde de Madeira. No solo su padre era una preocupación eterna. Su hermano
mayor, Hugo, cayó en las drogas. El futbolista ha rescatado en numerosas
ocasiones a Hugo de este problema. Ha pagado mucho dinero en grandes centros de
rehabilitación para que su hermano mayor saliera de esa tragedia. Lo consiguió.
Hugo se perdió luego en el alcohol. Y ahí estuvo Ronaldo para ayudarle.
Contemos un secreto. Una apuesta. Antes de la final de la Champions ganada
frente al Atlético, Ronaldo consiguió que Hugo se apostara que si el Madrid era
campeón, dejaría el alcohol. El conjunto blanco triunfó. Cristiano regaló su
camiseta de campeón a su hermano. Todo, para sacarle de esa segunda lacra.
Volvamos al relato de esta carrera repleta de vicisitudes,
deportivas y familiares. CR7 firmó por el Manchester United en 2003 y comenzó
esta proyección que le ha catapultado hasta el Real Madrid, donde ha alcanzado
la cumbre. Florentino Pérez ensalza esa clave del éxito de Cristiano: «Lo ha
conseguido todo y no piensa más que en continuar siendo el mejor. Solo se
dedica a ello. Es lo único que tiene en la cabeza», subraya el presidente del
Real Madrid.
Hablamos de su juventud y de su madurez porque sigue
trabajando igual. «Se levanta con su hijo y suelen desayunar juntos», explican
las personas que conviven habitualmente con el Balón de Oro. «El chaval se va
al colegio y Cristiano viene a Valdebebas. Aquí se entrena con la plantilla,
pero siempre realiza ejercicios concretos para mantener y mejorar su
musculatura». Es un futbolista todo potencia, un atleta, y debe consolidar esa
explosividad con un trabajando específico diario.
Su hijo, Cristiano Ronaldo júnior, es su debilidad. «Se
echan una siesta juntos siempre que pueden. Luego, mientras el chaval hace los
deberes, Cristiano dedica una o dos horas, siempre que puede, a hacer natación,
para tonificar sus músculos de otra manera». Mendes siempre destaca este
trabajo físico extra.
Ancelotti se ha encontrado con un jugador que supera todo lo
que ha vivido durante décadas de fútbol: «Es admirable su dedicación. Se cuida
en todo momento, se entrena para tener a punto su musculatura. Se dedica a
estar siempre al cien por cien».
No tiene diversiones ajenas al fútbol que distraigan su
concentración en ser el número uno. «Lo que quiere es ser el mejor de la
historia. Y desea jugar muchos más años para serlo». El propio Cristiano
manifiesta esas sensaciones: «Tengo 29 años, pero me siento como si tuviera
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